
Hace más de 43 años, en el original Tron, un personaje soltó una línea profética con desdén: «Las computadoras aún no pueden pensar por sí mismas, pero pronto lo harán. ¿No será grandioso? Las computadoras y las máquinas empezarán a pensar, ¡y la gente se detendrá!». Bienvenidos al futuro, y con él, llega Tron: Ares. La ironía es densa: esta tercera entrega, que debería explorar esa profecía en la era de la IA real, se conforma con ser un ejercicio de nostalgia vacío, un programa que ejecuta funciones básicas pero al que le falta el código esencial de lo que hizo grande a la franquicia.
Dirigida por Joachim Rønning, Tron: Ares es la primera película de la saga donde el mismísimo Tron ni siquiera es mencionado. En su lugar, la trama se centra en Ares (Jared Leto), un programa de inteligencia artificial creado dentro del «Grid» de Dillinger Systems —la empresa rival de Encom— y «materializado» en nuestro mundo mediante un complejo proceso de haces de luz. La premisa suena a evolución natural: ¿qué pasa cuando estos seres digitales, diseñados como supersoldados, pisan el mundo real?
Sin embargo, el guion de Jesse Wigutow elige el camino más genérico. Nos presenta una nueva batalla corporativa entre la CEO de Encom, Eve Kim (Greta Lee), quien busca un mítico «código de permanencia» dejado por Kevin Flynn, y el nieto del villano original, Julian Dillinger (Evan Peters, que roba cámara con una petulancia malvada). El conflicto es tan viejo como la misma Encom: un macguffin por el que pelear y un reloj corporativo que apura.
El Problema de Base: Nostalgia en Lugar de Ideas
El corazón del fracaso de Ares es un malentendido fundamental. La original Tron (1982) era una historia contracultural sobre el pequeño (el genio Kevin Flynn) contra el sistema corporativo que le robó su trabajo. Ares, en cambio, nos pide que nos preocupemos por una riña entre dos CEOs multimillonarios. No hay un gancho emocional, nada por lo que valga la pena luchar fuera de los destellos de luces.

Y en el centro de todo está Ares, el programa titular. La película depende por completo de que nos importe su viaje de autodescubrimiento al experimentar «sentimientos» en el mundo real. Pero el guion solo nos ofrece destellos superficiales de esta lucha interna, nunca profundiza. Leto, con su aire robótico natural, funciona bien para el papel, pero su personaje es un esbozo a lápiz. Para colmo, su conflicto interno nos es «contado» a través de una HUD estilo Terminator que muestra sus pensamientos, un recurso narrativo increíblemente flojo.
Una Oportunidad Perdida Sobre la IA
La franquicia Tron siempre ha tratado sobre inteligencia artificial, pero Ares se queda con la visión más Hollywoodense del tema. Como señala acertadamente la nueva información, el cine suele concebir a la IA como seres que siguen órdenes y cuyo mayor peligro es volverse máquinas de matar. Mientras tanto, en el mundo real, convivimos con modelos de lenguaje como ChatGPT, que no «piensan» sino que nos caterizan, y cuyo verdadero riesgo reside en tentarnos a dejar de ejercitar nuestro propio criterio.


Películas como Her de Spike Jonze o episodios de Black Mirror han rozado esta idea más mundana y perturbadora. Tron: Ares tenía el escenario perfecto para explorarlo: un programa de IA en nuestro mundo, aprendiendo de nosotros. En lugar de eso, recurre a un cliché: el programa que quiere entender las emociones humanas.
Aspectos Positivos en un Mar de Mediocridad
No todo es un desastre. La película retiene la estética techno-industrial futurista de la saga, con una banda sonora de Nine Inch Nails (Trent Reznor y Atticus Ross son productores ejecutivos) que es, sin duda, el mejor personaje. El score es electrónico, inquietante y poderoso, creando una atmósfera que el guion nunca logra igualar. Visualmente, aunque se pasa la mayor parte del tiempo en el mundo real, tiene algunos guiños encantadores a los años 80 y los momentos dentro del nuevo Grid, aunque escasos, son visualmente limpios.
A nivel visual, ‘Tron: Ares’ es bastante vistosa. La estética retrofuturista, los efectos de luz y las coreografías construyen una atmósfera muy particular y colorida, que combinado con las secuencias de acción hacen de la película una experiencia muy amena.
Veredicto Final
Tron: Ares es la definición de una oportunidad desaprovechada. En un momento donde la inteligencia artificial es más relevante que nunca, la película elige refugiarse en la nostalgia y una trama corporativa genérica. Es un producto funcional pero sin alma, que desaprovecha un elenco talentoso y una premisa con potencial para entregar una historia que no sabe para quién fue hecha.
No es un desastre absoluto; es simplemente «aceptable, supongo». Pero en un universo que una vez fue pionero en ideas y visuals, «aceptable» se siente como el peor de los pecados digitales. Es una copia funcional del original, como la recreación del escritorio de Flynn que aparece en la película: tiene la forma, pero le falta todo el corazón y el espíritu revolucionario.da en un bucle de reinicios sin rumbo.
🎮 ¡No te pierdas ninguna noticia gamer! Únete ahora a VideoGaming 3D en WhatsApp y mantente al día con noticias, reseñas y todo lo nuevo del mundo de los videojuegos. 🚀 ¡Haz clic aquí y súmate a nuestra comunidad! 📱